Un progreso como la comprensión de los jeroglíficos egipcios, gracias a la piedra de Rosetta y Champollion, que permitió avanzar enormemente en el conocimiento de esta civilización, es un golpe de suerte que no suele producirse. De todas formas, los lingüistas han hecho lo posible por comprender todas las lenguas antiguas consideradas extintas, y han hecho considerables avances en ese sentido. Sin embargo, existen aún unas cuantas lenguas que se resisten a ser descifradas por la ciencia.
Cada año se pierden lenguas en el mundo porque dejan de ser utilizadas, pero estas dejan atrás un bagaje escrito y hablado que puede ser estudiado por los especialistas. En 2010, la muerte de William Rozario, el único hablante de una variedad del criollo indo-portugués (Cochin), provocó que este lenguaje pasara a la historia como un ente vivo. Ya no se enseña, y otros lo han reemplazado.
Es un proceso conocido y que ha pasado siempre. En el siglo XX se extinguieron un centenar de lenguas, y en el presente lo han hecho más de 10.
Otras lenguas, consideradas muertas, no evolucionan pero aún se usan, como el latín o el sánscrito, y por tanto se conocen bien. Y aún otras no tenían forma escrita y desaparecieron completamente.
El fenómeno de la globalización podría acabar con el 90 por ciento de las lenguas habladas en unas décadas, sustituidas por otras mucho más practicadas, como el inglés, el chino o el español.
Por eso es tan importante preservar los escritos de lenguas que quizá algún día dejarán de ser utilizadas. Pero que tengamos constancia escrita de ellas no quiere decir que las entendamos. De hecho, existen unas cuantas que conocemos y que no hemos podido descifrar (todavía).
En la remota antigüedad, el lenguaje hablado prevalecía y solo mucho después se ideó la forma de dejar constancia escrita, normalmente por consideraciones comerciales, legales, etc. En cuanto se vio que la palabra escrita es una forma ideal de transmisión de conocimientos, esta forma fue potenciada en casi todo el mundo.
Pasar de sonidos a textos implicó idear ciertos aspectos del lenguaje como el alfabeto. En algunas ocasiones, se utilizaron alfabetos de otras lenguas para transcribir un lenguaje en particular. Por ejemplo, la lengua íbera pre-romana dispone de un alfabeto bien conocido porque fue este una adaptación del griego. Es decir, podemos leer un texto en íbero y saber cómo suena, pero no sabemos lo que significan sus palabras. El inglés o el español usan el mismo alfabeto, pero sus palabras tienen significados distintos. Necesitaríamos un diccionario que permitiese traducir las palabras en íbero a una lengua conocida. A pesar de todo, se han hecho avances para identificar algunos aspectos adicionales del íbero, como algunos elementos gramaticales, si bien ello es insuficiente para entender el idioma. Por desgracia, no existe una piedra de Rosetta del íbero, y eso a pesar de que cuando este se hablaba, el griego y el latín también lo eran en la Península Ibérica, lenguajes muy conocidos.
El íbero, en todo caso, no puede considerarse una lengua no descifrada porque algo hemos podido saber de ella, como nombres de personas y una hipotética similitud con el vasco arcaico. Quizá algún día se logre entender bien lo que significan sus textos, como se ha logrado con el maya, la escritura cuneiforme, la escritura hitita o los mencionados jeroglíficos.
Mucho peor lo tienen un puñado de lenguas no descifradas en absoluto. Entre ellas destaca la escritura europea antigua, utilizada entre el 6000 y el 4000 a.C., y que se usó en la región de Rumanía, Bulgaria y Serbia. De ella se han descubierto diferentes símbolos, que podrían pertenecer a un alfabeto llamado Vinča. Si es así, sería el primer lenguaje escrito conocido, mil años antes del cuneiforme de los sumerios.
Otro lenguaje que no ha sido descifrado aún es el elamita lineal o proto-elamita, supuestamente hablado entre los milenios tercero y cuarto antes de Cristo. Se supone que sería el antecesor del elamita, bien conocido y utilizado desde el 2700 a.C. Lo que se ha hallado del proto-elamita procede del 2900 a.C. y los especialistas han detectado al menos 1.000 símbolos distintos desconocidos. Podría ser elamita escrito de una forma distinta a la posterior. El elamita antiguo era más sencillo, con 80 símbolos, y también se conoce el elamita cuneiforme, con 130 símbolos, usado entre el año 2500 y el 331 a.C.
La escritura del Indo, empleada entre los años 2500 y 1500 a.C., en el valle del Indo, fue detectada como inscripciones en miles de objetos, pero se desconoce su significado. Quizá era la forma en que se escribía el dravídico, una lengua de la época, pero no es posible asegurarlo.
Creta y Chipre, lugares relativamente aislados, son escenario asimismo de la aparición de lenguas escritas aún no descifradas. En Creta se han encontrado pictogramas (jeroglífico cretense) de entre los años 2000 y 1600 a.C. en piezas pétreas de significado desconocido. Notable es también el caso del disco de Festo, cuyo tipo de escritura es el único ejemplo conocido. Más o menos en la misma época se utilizaba el Lineal A, que tampoco ha sido descifrado. Se usó entre el 1800 y el 1500 a.C.
En Chipre se halló el sistema de escritura llamado chipro-minoico arcaico, que después evolucionó diversificándose en tres tipos (I, II y III). Parece que fue el sistema local utilizado para plasmar de manera escrita el griego.
En esencia, pues, no son muchas las lenguas escritas totalmente desconocidas, pero estas parecen resistirse aún a los lingüistas. Quizá algún día se halle algún equivalente a la piedra de Rosetta que pueda resolver alguna de ellas. O puede que nuevos descubrimientos pongan de manifiesto lenguas escritas de las que hasta ahora no sabíamos nada. (Fuente: NCYT Amazings)